¿QUÉ ES UNA CIUDAD COMPACTA?

Una ciudad compacta, mediterránea o multifuncional (también vertical) es aquella en la que el espacio urbano está constreñido de tal forma que en él intervienen activamente y de forma más o menos integrada los distintos agentes sociales, económicos y culturales.  Se trata de una definición que hace hincapié, primero en las dimensiones físicas y urbanas como consecuencia de la herencia histórica por ejemplo de las ciudades amuralladas o medievales y, en segundo lugar, en el efecto que tiene en las diferentes funcionalidades urbanas.  Para los sociólogos la ciudad compacta permite además una interacción activa y en lo cotidiano entre sus habitantes y las funciones que desempeña cada cual en sus ámbitos de ocupación.
Jane Jacobs (1916-2006) ha sido una gran defensora de la ciudad compacta y de las distancias cortas. www.salamancaenbici.com

Frente a la ciudad compacta, situamos a la ciudad difusa, especializada o, sencillamente, anglosajona.  Es decir, aquella que trasciende sus orígenes urbanos y se esparce por el territorio generando áreas especializadas para el comercio, la vivienda o la industria.  En estas ciudades más horizontales, los habitantes viven segregados y no interaccionan de la misma manera que en la ciudad mediterránea.  A modo de ejemplo, estaríamos hablando de las ciudades estadounidenses donde el centro aglomera el sector comercial y cultural y, en las periferias, aparecen zonas exclusivamente residenciales o industriales.

Esta dicotomía en la ciudad actual tiene mucho que ver con las necesidades de transporte.  Así, en las ciudades mediterráneas las distancias son más cortas porque las viviendas están compartiendo espacio con las zonas comerciales o las destinadas a administraciones y ocio.  Debajo de casa están los comercios, el colegio o las zonas deportivas.  La demanda de transporte tiene menores inconvenientes por la cercanía de los equipamientos necesarios para cada ciudadano.  Sin embargo, en las ciudades horizontales, la segregación de espacios obliga a que los desplazamientos sean más largos y por lo tanto, los tiempos empleados aumenten.

Salamanca, originalmente una ciudad compacta, viene sufriendo de forma implacable como tantas otras urbes europeas, un proceso de expansión horizontal que la transforma, tal y como hemos adelantado, en una ciudad con una distribución de las funciones urbanas más amplia y segregada o diferenciada.  Con ello, han aumentado las necesidades de transporte y, por lo tanto, las infraestructuras necesarias para sostener el aumento del parque de vehículos.  Encontramos varios ejemplos de esta profusa expansión en la ubicación del campus universitario, los nuevos barrios residenciales de Huerta Otea o las áreas comerciales al otro lado del río Tormes.  No obstante, a pesar de la transformación, podemos aún comprobar que Salamanca conserva rasgos mediterráneos desde el punto de vista urbano.  La almendra central mantiene su peso dentro de la ciudad, gracias entre otras cuestiones a que aglutina las administraciones públicas (por poco tiempo ya que se inaugurará próximamente el edificio general de la Junta de Castilla y León en las inmediaciones del CAEM) , un pequeño comercio notable o equipamientos educativos, culturales y también residenciales que todos conocemos.  Pese a ello, en el escenario de la movilidad, comprobamos diariamente que son muchas las personas que entran y salen de Salamanca camino del trabajo o de sus residencias habituales en los extrarradios de la ciudad.  Es este uno de los síntomas inequívocos del actual conflicto del transporte urbano en nuestra ciudad.  Y nos resulta incomprensible que no exista una transporte metropolitano sólido y eficaz que pudiera ofrecer tiempos y trayectos competitivos (frente al coche) para evitar tanta afluencia de tráfico motorizado en el centro durante las horas punta.  Es paradójico, pero a pesar de que no son la mayoría de los ciudadanos, la ocupación de cada vehículo conducido por una sola persona, contribuye a aumentar el ruido, la contaminación o a reducir los espacios públicos.  Factura que pagan los ciudadanos privilegiados que viven en el centro de Salamanca que si bien pueden abarcar distancias corta de forma responsable, en muchos casos utilizan el coche para realizar desplazamientos de menos de 3 ó 4 kilómetros.  Para ello existen autobuses (que habría que perfilar mejor lógicamente), bicicletas y, ¿por qué no? caminar.

Vista aérea de la ciudad de Salamanca. www.salamancaenbici.com

Resulta enriquecedor leer a autores que aún reivindican la ciudad compacta como una oportunidad para garantizar un patrimonio cultural urbano y la permanencia de la interacción entre capitales sociales distintos como una de las señas de una sociedad madura y cohesionada.  Una sociedad en la que las personas puedan actuar como agentes de información y donde el contacto en la calle, caminando especialmente, permita enriquecer la vida ciudadana.  La propia disposición de las manzanas urbanas, está estrechamente vinculada con el número de personas con el que un peatón se cruza mientras camina.  Las compras a pie en diferentes comercios junto a la vivienda de cada ciudadano son, en los tiempos que corren, un patrimonio al alza y sobre todo, económico y eficaz.  Vivir en un barrio de Salamanca es una opción muy inteligente y además de distancias cortas.

1 comentario:

  1. una pregunta: ¿cual es la densidad de habitantes por hectárea en Salamanca?

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Salamancaenbici es un espacio abierto en torno a las dos ruedas y a la ciudad. Una ciudad con más bicis es más ciudad.