Son días oscuros los que se nos avecinan con la desaparición del aparcamiento espontáneo de la "campa" de Alfonso IX de León. Días oscuros porque se truncan los derechos sociales más básicos e imprescindibles. Derechos adquiridos poco a poco con el esfuerzo de muchas personas y con el único fin de aparcar donde nos apetece y gratuitamente.
El automóvil, unos de los bienes materiales cuya adquisición ha sido últimamente casi un imperativo, es el que nos transporta de casa al trabajo y vuelta todos los días pero también el que nos suele vincular con créditos a los bancos. El que nos quita las ganas de conducir al pie del surtidor. Un bien privado que lleva niños y niñas al colegio casi siempre con premura y en doble fila, que nos acompaña en los viajes dentro y fuera de la provincia, el que nos refugia de la lluvia y también el que nos resguarda del frío en invierno y nos refresca en verano. En definitiva, un instrumento indisoluble al estilo de vida actual y que nos otorga además status a base de siglas, caballos y packs de confort.
Ahora bien, cuesta creer que el aparcamiento no esté incorporado al menester de la gestión de la movilidad y se siga tratando de forma independiente. Mientras, la bicicleta es la única que paga el pato de la movilidad sostenible, regodeándose su nombre en muppis luminosos que advierten de lo ventajosa y "sostenible" que es. Así, el aparcamiento, al ser un hecho estático y carente de movilidad aparente, parece no convenir como elemento a considerar en la vertebración de las políticas de movilidad municipales. Pensamos que por dos razones fundamentales; una por que tradicionalmente hemos considerado el aparcamiento como un derecho adquirido y sirve además de factor legítimo para reivindicar derechos equitativos entre ciudadanos. Y, en segundo lugar, porque es el único bien privado que siendo casi un bien casi individualizado campa a sus anchas en las calles públicas, de todos, desde hace décadas sin apenas detractores.
¿Saben ustedes cual es el porcentaje de tiempo que pasa estacionado un coche a lo largo de su vida útil? ¿cuál es el porcentaje de espacio urbano que ocupan en una ciudad? ¿o cuántos gramos de CO2 por pasajero emite un coche en comparación con un autobús? Podría parecer que el derecho a aparcar donde nos apetece es un derecho incuestionable pero ciertamente no lo es. Todo un despropósito al más puro estilo americano en donde el 99 % de los desplazamientos en coche comienzan y terminan en aparcamientos gratuitos. Tal vez esa es la razón de su uso masivo y de la feroz implantación del transporte motorizado en EEUU y Europa.
Por eso, cuando los vecinos de Garrido recriminan al Ayuntamiento de Salamanca por la eliminación del patatal de Alfonso IX de León -ejerciendo un supuesto derecho adquirido-, este no apela a las políticas de movilidad sostenible ni a los criterios de salud pública, siniestralidad o contaminación. Ni tan siquiera a esa difusa distinción entre el uso de la propiedad pública y de lo privado. Un descontento generalizado que, mientras no reconozca la entelequia automovilística y cuestione razonadamente los terrenos conquistados principalmente por las empresas automovilísticas (y no por los ciudadanos), no parece tener visos de solución inmediata.
El aparcamiento gratuito ha destruido el modelo convivencial en las ciudades, su amabilidad, el quehacer diario y así lo hemos digerido y asimilado desde pequeños. Desde ir al cole en coche hasta llegar al gimnasio en coche, son paradojas de la escasa independencia infantil y de las contradicciones postmodernas que solo el aparcamiento gratuito puede explicar. ¿Cuántos desplazamientos en Salamanca se hacen en coche porque existe gratuidad en el aparcamiento? ¿Cuántos de esos desplazamientos son menores de 3 kilómetros? Desafortunadamente muchos.
Transformar la ciudad lleva implícito un cambio de percepciones y renuncia al cochismo como equívoca esencia cultural. Un trabajo difícil que la reducción de espacio para aparcar sí puede resolver. Mientras se anteponga el autobús al coche (ver fotografías), se considere una "masacre reducir plazas de aparcamiento" o la doble fila se clasifique como legal, mucho nos queda por hacer.
Por eso, cuando los vecinos de Garrido recriminan al Ayuntamiento de Salamanca por la eliminación del patatal de Alfonso IX de León -ejerciendo un supuesto derecho adquirido-, este no apela a las políticas de movilidad sostenible ni a los criterios de salud pública, siniestralidad o contaminación. Ni tan siquiera a esa difusa distinción entre el uso de la propiedad pública y de lo privado. Un descontento generalizado que, mientras no reconozca la entelequia automovilística y cuestione razonadamente los terrenos conquistados principalmente por las empresas automovilísticas (y no por los ciudadanos), no parece tener visos de solución inmediata.
El aparcamiento gratuito ha destruido el modelo convivencial en las ciudades, su amabilidad, el quehacer diario y así lo hemos digerido y asimilado desde pequeños. Desde ir al cole en coche hasta llegar al gimnasio en coche, son paradojas de la escasa independencia infantil y de las contradicciones postmodernas que solo el aparcamiento gratuito puede explicar. ¿Cuántos desplazamientos en Salamanca se hacen en coche porque existe gratuidad en el aparcamiento? ¿Cuántos de esos desplazamientos son menores de 3 kilómetros? Desafortunadamente muchos.
Transformar la ciudad lleva implícito un cambio de percepciones y renuncia al cochismo como equívoca esencia cultural. Un trabajo difícil que la reducción de espacio para aparcar sí puede resolver. Mientras se anteponga el autobús al coche (ver fotografías), se considere una "masacre reducir plazas de aparcamiento" o la doble fila se clasifique como legal, mucho nos queda por hacer.
Totalmente de acuerdo con lo que has escrito. Hace poco he hablado en mi blog sobre este mismo lugar desde la óptica del debate "público-privado" Te invito a leerlo.
ResponderEliminarhttp://blogsalamank.blogspot.com.es/2013/05/propiedad-privada.html
Hay derechos "humanos" más básicos que el de aparcar el coche. Se abusa mucho del coche en Salamanca. No hay más que viajar a Europa para ver que allí el coche sólo se utiliza para cuando se sale de la ciudad. En la ciudad se va andando, en bici y en transporte urbano. La educación, la sanidad, la cultura, la vivienda, eso sí que son derechos básicos.
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