La publicidad interviene en todas las esferas de la sociedad. Se trata de un hecho que muchas veces no tenemos en consideración y que, en la mayoría de los casos, enfrenta diferentes realidades y perspectivas e, incluso, pasa desapercibida.
Cuando intentamos convencernos de que las ciudades deben construirse activando nuevos resortes, ideas y propuestas, nunca se nos ocurriría pensar en avenidas de 6 carriles. Pero lo cierto, es que aparentemente aún existen perfiles sociales y publicistas que aspiran a vivir y vender respectivamente áreas con infraestructuras sobredimensionadas e injustas con determinados espacios y modos de transporte. Tal vez, la publicidad debería hacerse eco de las nuevas coyunturas urbanas o, al menos, de idear otras formas de vender un producto más ajustadas con una conciencia cada vez más renovada y sensible. O, sencillamente, que nada cambie y se sigan cometiendo atropellos estéticos y políticas fordianos más propias de la década de los 50 en EEUU que del siglo XXI.
En este caso, nos encontramos con la publicidad de una urbanización que tiene como gancho precisamente una avenida con 3 carriles en cada sentido (más 1 de servicio) donde -paradójicamente- no hay personas, ni conduciendo ni caminando.
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