De pronto, apareció en la ciudad,
como si nada hubiera existido antes.
Irresistible, con aquella barbita
castaña y aquellas gafas último modelo, paseaba en las noches de calor solo,
perdidamente solo, montado en su flamante tándem color naranja-volcán. Las
muchachas del barrio, agolpadas en las aceras para verlo pasar, suspiraban por
él y sufrían tremendos desmayos. Soñaban con la dicha de ser la elegida y
ocupar el asiento trasero de aquel flamante tándem color naranja-volcán.
El chico de barbita castaña y
gafas último modelo pedaleaba en silencio, calle arriba, calle abajo así como
sin querer enterarse de nada, ajeno a todo aquello. Hasta que una noche, al
pasar delante de la chica de vestido azul, de pronto, paró. Así, sin más. La
vio, y paró. “Chica de vestido azul”
dijo entonces “¿Te apetece montar en mi flamante tándem color naranja-volcán?”
“Depende” dijo ella distraída, “¿Depende?” preguntó él sorprendido ¿De qué?
“¿Puedo ser yo la que conduzca tu flamante tándem color naranja-volcán?”
Y así, desaparecieron de la
ciudad, como si nada hubiera existido antes.
La Mujer del Tiempo.
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