GARRIDO SE VISTE DE SEDA

La reciente reforma de las aceras de la calle Los Cedros en Garrido nos desalienta por lo poco que ha supuesto para el barrio y la nula reflexión planteada sobre el espacio público y sus funciones.  250.000 € tan solo para "mejorar más de 7.000 metros cuadrados de las aceras".  

Sin embargo no parece tratarse de un asunto relevante en el dia día de la ciudad. Nos referimos concretamente no solo a "mejorar" las aceras de este y otros barrios, sino a ponerlas en duda, a repensar su distribución o a analizar la segregación de estos 7.000 metros cuadrados en relación a otros espacios mayoritarios, generalmente dedicados al tráfico motorizado.  Todos ellos son espacios sin duda imprescindibles para la convivenca y la interacción urbana.  Pero mientras prevalezca la necesidad imperante por parte de las instituciones y, por qué no decirlo, alentada a su vez por una deidad cochista aceptada socialmente de sostener una ciudad y su organización en función del espacio para los coches, se seguirá hipotecando cualquier tentativa feliz de consolidar, ampliar y "amabilizar" zonas peatonales y, en definitiva, de crear y consolidar escenarios proclives al desarrollo de una sociedad más madura, saludable y garante -sin ir más lejos- de sí misma. En definitiva, la calle es un reflejo de cómo somos y cómo queremos vivir la ciudad.  Mientras no queramos cambiarla, poco a nada se podrá hacer.

Para aclararlo nos gustaría mostraros un ejemplo de cómo pensando un poco mejor las reformas urbanas del espacio público (el espacio de todos) se pueden promover iniciativas socioeconómicas y culturales en el urgente camino hacia ciudades más sensatas y alejadas de cánones que ya están caducos en otras.  Estas pautas, enemigas de la misma ciudad,  son sencillamente el servilismo y la rendición de cuentas al transporte en coche.  Si, tal vez nos obsesionamos con el coche, pero sin duda es una de las amenazas más peligrosas y paradójicamente más camuflada en las ciudades.  No deja de ser sin embargo un enemigo eufemístico ya que cuando nos referimos al coche lo hacemos en realidad al fragor colectivo (y por ende político) que alienta esa manera tan desigual de entender y definir la urbe.  Aquí encontramos una de las claves.

La reforma de las aceras en Salamanca (Avda. Filiberto Villalobos y Los Cedros por ejemplo) a pocos meses de las elecciones responde a una equívoca creencia de que lo moderno -en contraposición a la memoria y a lo antiguo- es un concepto benigno, motivo de júbilo y una desafortunada coyuntura para obtener un puñado más de votos  (queremos pensar que no, que estas reformas no dan votos...)  Por lo visto, la "modernidad" del barrio la traen las nuevas aceras por muy estrechas que sean, por muy mal diseñadas que estén, por muy injustas, por muy abandonadas que estén de pequeños comercios...  El caso es que cuando se eleva el centro histórico de Salamanca a lo sublime el y se descarta al resto, es decir, a la inmensa mayoría de la ciudad, deberíamos detenernos a pensar seriamente que está pasando.  ¿Son o no son las aceras un patrimonio cultural-histórico-artístico?   Las calles, el lugar y esencia donde se desarrolla la vida en una ciudad, son sin duda un patrimonio difícil de soslayar en la encrucijada actual de esa falsa "modernidad" a la que nos avocan las instituciones.  Es tan falaz que no permite por ejemplo colocar un aparcamiento para bicicletas en la "patrimonial" Plaza de Anaya pero que posterga en cambio aceras a la eternidad (en 40 años nos habremos muerto) de menos de un metro en el barrio de Garrido.

El encuentro de la Calle Gargabete con Los Cedros es tan solo un ejemplo. La reforma actual (si alguien quiere o desea consultar los pliegos de contratación) maquilla ("mejora") con nuevos materiales lo que ya había. Nosotros a esto lo llamamos lavado de cara, si, pero nada más.  No replantea la distribución acera-asfalto, no respalda a los bares con terrazas abigarradas, no ofrece seguridad y esparcimiento a potenciales clientes del pequeño comercio ni ofrece continuidad en los necesarios itinerarios peatonales, las anchuras de las aceras son las mismas, no facilita la segregación en las intersecciones, no reduce peligros y ni tan siquiera incrementa el arbolado.  Mantiene, eso sí, el hábitat del coche intacto, con carriles mucho más anchos de los necesarios y en donde ni si quiera se pinta el asfalto. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y todos contentos. Se trata de una "modernidad" carente de solidez, de reflexión, de ánimo de transformación, de una perspectiva amable para con las personas que, en su mayoría, caminan.  

Es tal la desazón que nos produce que no hemos podido evitar escribir esta pequeña reflexión al respecto y aportar nuestro pequeño grano de arena.

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REFORMA LLEVADA A CABO EN LOS CEDROS Y GARGABETE: ¿para qué sirve la isleta del medio? En la calle Gargabete hay una acera de menos de 1 metro (sigue igual); el bar de la esquina tiene una terraza abigarrada junto al tráfico y que además interrumpe el tránsito peatonal. Para más INRI, hay dos pasos peatonales cuando en realidad podría haber solo uno.

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PROPUESTA DE SALAMANCAENBICI: proponemos una sola salida desde Gargabete a Los Cedros, sin isleta y con un solo paso peatonal. Aceras anchsa y una zona más amplia para conjugar una terraza del bar con arbolado y, tal vez, un pequeño espacio para la convivnecia peatonal. La acera de Gargabete es más ancha.





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